martes, 20 de agosto de 2013

La Mano

Fue una noche cuando, volvía del trabajo, que me toco observar un accidente.Un hombre había sido atrapado bajo las ruedas de un camión de transporte publico. El pobre, estaba cubierto con una vieja sabana, que impedía ver el cuerpo completo, sin embargo sobre salia un miembro: su mano, ensangrentada y sucia, sujetaba con firmeza la llanta que le había quitado la vida. Aquella terrorífica escena revelaba los últimos minutos de vida del pobre hombre.

Al llegar a casa me entere por las noticias locales de esa noche, de como había ocurrido el accidente. El hombre había cruzado imprudentemente la calle, sin mirar a ambos lados, mientras un conductor (de esos que conducen como verdaderos diablos) avanzaba por la avenida con el pedal a fondo. Sin percatarse del peatón hasta que ya fue demasiado tarde, el impacto hizo salir al peatón disparado directo a las llantas de aquel camión, que avanzaba en dirección opuesta. Quitando le de esta forma la vida.

Por extraño y morboso que paresa, aquella noche me fue imposible dormir. El recuerdo de aquella mano, blanca sucia y ensangrentada daba vueltas en mi cabeza. Cuando finalmente, logre cerrar los ojos plácidamente, un leve golpe cito en mi ventana me despertó. No le preste mucha atención, pensando que se trataba de alguna rama golpeando la ventana, sin embargo los golpe sitos siguieron uno tras otro, de manera rítmica. Me levante con cierto enfado y al quitar la cortina para observar bien aquello, vi con horror que se trataba de una mano. Blanca sucia y ensangrentada que golpeaba levemente mi ventana con los nudillos. 
Di un salto instintivo hacia atrás, temblando por el horror. La mano pronto cambio el ritmo, de dar golpecitos suaves, empezó a dar manazos con la palma abierta, lo hacía con tanta fuerza que temí que fuera a romper la ventana.

Finalmente el día había llegado y con los primeros rayos del sol, la mano que me atormentaba había desaparecido. Con cansancio y sueño me vi en la obligación de presentarme al trabajo, no fue fácil desempeñar mis labores pero hice lo que pude.
Cuando finalmente llegó la hora de volver a casa, un alivio me lleno el alma. Volvería para descansar en paz como se debe.
Sin embargo aquella noche nuevamente, mi inesperada visita volvió. A la misma hora de nuevo en mi habitación, la mano empezó a dar golpecitos con los nudillos, para luego pasar a dar golpes furiosos y desesperados con la palma. Salí de mi habitación aterrado en busca de refugio, pero la mano me seguía. Si estaba en la sala, si estaba en la cocina, si estaba en el recibidor. Cualquier lugar donde hubiera una ventana o incluso una puerta que diera al exterior esa mano, me atormentaba.
Los días pasaron y todas las noches se repetían constantemente. La mano se volvía cada vez mas descarada, incluso estando en presencia de amigos o familiares, la mano aparecía en las ventanas tocando incesantemente. Lo peor de todo era el hecho de que nadie más que yo podía verla y escucharla.
¡Me revuelve la cabeza! ¡no lo soporto! Ahí está de nuevo, tocando mi puerta ¡quiero que se detenga! 
En mi locura e ira ciega cometí un acto imprudente. Me dirigí a la puerta la abrí de par en par y grite -¿qué quieres de mí?- y en ese momento sentí como un aire frió pasaba junto a mí. Y me di cuenta de lo que acababa de hacer. ¡Le había abierto la puerta!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario